Mundo Obrero
De mes en mes/noviembre 2015
El 20-D no va suponer un fin de ciclo completo,
como era de esperar meses atrás tras el desplome de bipartidismo en las
elecciones europeas. Muchas cosas han pasado desde entonces que sitúan a
las fuerzas que defienden el programa político y los signos de
bipartidismo monárquico en una posible mayoría en el Congreso de los
Diputados.
La aparición de Ciudadanos y el giro al centro de Podemos han venido, conjuntamente con el aguante de PP Y PSOE, a situarnos en una realidad que ha destrozado las esperanzas de muchos y muchas españolas de que era posible el cambio de sistema, derrotar el bipartidismo e iniciar un proceso constituyente hacia un sistema político y social que beneficie a la gran mayoría social trabajadora y no a una élite que durante siglos ha ostentado el poder y el gobierno en España.
Pero sí va a ver un cambio en el ciclo político en una España más plural partidariamente, en un Parlamento más fragmentado fundamentalmente en las fuerzas que se reclaman de centro-derecha y centro-izquierda. Una realidad política que puede situar la salida de la crisis en una refundación del bipartidismo monárquico o por el contrario ponerle freno al mencionado pacto con la consolidación de una fuerza rupturista, no sólo con el régimen del 78 sino con el nuevo régimen que el poder está construyendo de cara al 20-D.
IU ha cometido errores, pero ha tomado nota y ha sabido ver lo obvio, solo desde la unidad, desde la convergencia política y social es posible la derrota del sistema que oprime, roba, esquilma, elimina derechos, discrimina, trae represión y pobreza a las clases populares mientras enriquece a las minorías que sustentan el poder. Se ha implicado en un proceso costoso pero ilusionante de confluencia social y política para la construcción de la Unidad Popular como alternativa al bipartidismo político hoy construido sobre la base de cuatro partidos.
IU y otras fuerzas han intentado –en un proceso a veces no entendido y otras confuso- que hubiese una candidatura a la izquierda del PSOE, una candidatura de las fuerzas transformadoras y rupturistas. No ha podido ser. Podemos no ha querido y así lo han percibido la mayoría de la españoles. En el momento de escribir esta líneas una encuesta da a la suma de Podemos e IU casi el 28% de los votos; sería la primera fuerza política en intención de voto.
Podemos ha optado por abandonar el proyecto rupturista en la búsqueda de un acomodo institucional en el sistema dejando a Unidad Popular (IU, Clias, Decide en Común, La CHA, etc) un espacio social y político importante. Es por ello que desde Podemos lo saben y desde esa posición se entiende la opa hostil y el ataque furibundo a IU.
Un nuevo tiempo político se abre pues con la conformación de las candidaturas de confluencia en las comunidades autónomas, regiones y nacionalidades. Un nuevo tiempo que más allá del resultado en las elecciones de diciembre debe crear la fuerza suficiente para parar las agresiones del nuevo régimen y convertirse en aliado de la mayoría social para combatir las políticas de la troika e ir poniendo en pie un poder alternativo en lo económico, lo social, lo político y lo mediático.
Para la mayoría social, para las clases populares, para la clase trabajadora no son unas elecciones más. Nosotros y nosotras, que estamos comprometidos con el cambio y la transformación de la sociedad, los que tenemos el compromiso de trasmitir el mensaje, de llevar a todos los rincones y a todos los ámbitos las propuestas y la ilusión de que es posible cambiar las cosas y que a veces un pequeño cambio puede producir sacudidas mayores. Pero para eso Unidad Popular debe estar ahí.
Acabado el proceso de primarias tenemos la mejor candidatura para llevar a cabo esta tarea: Alberto Garzón como candidato a la Presidencia del Gobierno y al resto de candidatos y candidatas en cada una de las provincias. Tenemos las candidaturas y un proyecto de ruptura democrática con un sistema que va contra la mayoría social trabajadora de este país.
No son unas elecciones más, son las elecciones en las que nos jugamos el futuro, al menos en los próximos 20 años. Nos jugamos la continuidad de un régimen bipartidista 4.0 o la construcción de un sistema acorde con la defensa de los derechos humanos, la construcción de sistema alternativo para el siglo XXI.
Son unas elecciones que pueden ser el principio de algo mayor, de la construcción de un nuevo espacio político y social que tenga a la democracia participativa y a las personas en el centro de la acción política e institucional y por eso hace falta que al servicio de ese objetivo se pongan todos los recursos. Es por ello que en este proceso tenemos que volcar toda nuestra rabia, todas nuestras energías. No vale funcionar a medio gas o esperar que tal o cual dirigente lo haga por nosotros, es el tiempo de la militancia, de los simpatizantes, es el tiempo de las bases.
La aparición de Ciudadanos y el giro al centro de Podemos han venido, conjuntamente con el aguante de PP Y PSOE, a situarnos en una realidad que ha destrozado las esperanzas de muchos y muchas españolas de que era posible el cambio de sistema, derrotar el bipartidismo e iniciar un proceso constituyente hacia un sistema político y social que beneficie a la gran mayoría social trabajadora y no a una élite que durante siglos ha ostentado el poder y el gobierno en España.
Pero sí va a ver un cambio en el ciclo político en una España más plural partidariamente, en un Parlamento más fragmentado fundamentalmente en las fuerzas que se reclaman de centro-derecha y centro-izquierda. Una realidad política que puede situar la salida de la crisis en una refundación del bipartidismo monárquico o por el contrario ponerle freno al mencionado pacto con la consolidación de una fuerza rupturista, no sólo con el régimen del 78 sino con el nuevo régimen que el poder está construyendo de cara al 20-D.
IU ha cometido errores, pero ha tomado nota y ha sabido ver lo obvio, solo desde la unidad, desde la convergencia política y social es posible la derrota del sistema que oprime, roba, esquilma, elimina derechos, discrimina, trae represión y pobreza a las clases populares mientras enriquece a las minorías que sustentan el poder. Se ha implicado en un proceso costoso pero ilusionante de confluencia social y política para la construcción de la Unidad Popular como alternativa al bipartidismo político hoy construido sobre la base de cuatro partidos.
IU y otras fuerzas han intentado –en un proceso a veces no entendido y otras confuso- que hubiese una candidatura a la izquierda del PSOE, una candidatura de las fuerzas transformadoras y rupturistas. No ha podido ser. Podemos no ha querido y así lo han percibido la mayoría de la españoles. En el momento de escribir esta líneas una encuesta da a la suma de Podemos e IU casi el 28% de los votos; sería la primera fuerza política en intención de voto.
Podemos ha optado por abandonar el proyecto rupturista en la búsqueda de un acomodo institucional en el sistema dejando a Unidad Popular (IU, Clias, Decide en Común, La CHA, etc) un espacio social y político importante. Es por ello que desde Podemos lo saben y desde esa posición se entiende la opa hostil y el ataque furibundo a IU.
Un nuevo tiempo político se abre pues con la conformación de las candidaturas de confluencia en las comunidades autónomas, regiones y nacionalidades. Un nuevo tiempo que más allá del resultado en las elecciones de diciembre debe crear la fuerza suficiente para parar las agresiones del nuevo régimen y convertirse en aliado de la mayoría social para combatir las políticas de la troika e ir poniendo en pie un poder alternativo en lo económico, lo social, lo político y lo mediático.
Para la mayoría social, para las clases populares, para la clase trabajadora no son unas elecciones más. Nosotros y nosotras, que estamos comprometidos con el cambio y la transformación de la sociedad, los que tenemos el compromiso de trasmitir el mensaje, de llevar a todos los rincones y a todos los ámbitos las propuestas y la ilusión de que es posible cambiar las cosas y que a veces un pequeño cambio puede producir sacudidas mayores. Pero para eso Unidad Popular debe estar ahí.
Acabado el proceso de primarias tenemos la mejor candidatura para llevar a cabo esta tarea: Alberto Garzón como candidato a la Presidencia del Gobierno y al resto de candidatos y candidatas en cada una de las provincias. Tenemos las candidaturas y un proyecto de ruptura democrática con un sistema que va contra la mayoría social trabajadora de este país.
No son unas elecciones más, son las elecciones en las que nos jugamos el futuro, al menos en los próximos 20 años. Nos jugamos la continuidad de un régimen bipartidista 4.0 o la construcción de un sistema acorde con la defensa de los derechos humanos, la construcción de sistema alternativo para el siglo XXI.
Son unas elecciones que pueden ser el principio de algo mayor, de la construcción de un nuevo espacio político y social que tenga a la democracia participativa y a las personas en el centro de la acción política e institucional y por eso hace falta que al servicio de ese objetivo se pongan todos los recursos. Es por ello que en este proceso tenemos que volcar toda nuestra rabia, todas nuestras energías. No vale funcionar a medio gas o esperar que tal o cual dirigente lo haga por nosotros, es el tiempo de la militancia, de los simpatizantes, es el tiempo de las bases.
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