Mundo Obrero
De mes en mes/abril 2015
Sin que se convierta en un tópico decirlo, vivimos tiempos difíciles, complejos donde las certezas cambian de un día para otro. Las certezas de ayer no sirven para hoy, podríamos concretar. La construcción teórica sobre la propuesta alternativa debe tener, hoy más que nunca, base científica y empírica. Para ello, en un mundo tan convulso es necesario mirar a los clásicos y aprender de nuestra historia. “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”(Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, poeta y filosofo de ascendencia española). La situación social y política actual contiene semejanzas en nuestra historia, se dan rasgos comunes con otras etapas en las que se han intentado procesos de transformación política y social en España.
Hoy, al igual que en los periodos previos a la I y II Republica, vivimos los efectos de una importante crisis del capitalismo financiero trasladada a las clases populares. Estamos inmersos en una crisis política y social sin precedentes en la reciente historia de España. Hay un proceso de fuerte contestación por los problemas derivados de una estructura del estado que no sirve a los intereses de la mayoría social ni de la clase trabajadora. Al igual que en los procesos previos de la I y II República existe una contundente contestación y movilización social, expresión del surgir de nuevos movimientos de carácter amplio con el movimiento obrero. Existe un desfase importante entre los ritmos de las clases dirigentes políticas y las reivindicaciones populares.
Si bien existen rasgos comunes con las situaciones previas a estos dos procesos de transformación históricos, la acción hay que contextualizarla así, la república del siglo XXI debe responder a las características y retos del nuevo capitalismo global. Partimos de una convicción: La necesidad de impulsar un proceso constituyente que nos lleve a la 3ª República y que ésta se ha de configurar en torno a la contradicción social, desde la democracia participativa como nueva configuración de la “geometría del poder”, desde el que pretendemos abrir una nueva fase, el socialismo en el siglo XXI. Porque para nosotros y nosotras los comunistas no es posible cambiar de sociedad sin cambiar el sistema político imperante del bipartidismo monárquico.
Para ello es necesario abrir un proceso hacia el cambio de la correlación de fuerzas existente hoy, con el fin de modificar la geometría del poder. El impulso hacia el proceso constituyente, la construcción de la 3ª República y el camino hacia el socialismo en el siglo XXI, deber ser entendida como la configuración de un nuevo poder, el poder ciudadano frente al poder del dinero y de los medios de comunicación. Cambiar la geometría del poder implica la inclusión en el proceso de los explotados y excluidos del sistema político, impulsando soluciones colectivas a problemas colectivos mediante la participación directa de las personas.
En el proceso de acumulación de fuerzas hay que superar el proceso actual de participación ciudadana como elemento meramente mercantilizado en actos de consumo, incluida la información. Debemos invertir la tendencia en espacios de resistencia que responden a las necesidades concretas de la gente trabajadora, a sus soluciones y que comprenden todos los espacios de la vida. Son innumerables los espacios desde los que recuperar las respuestas colectivas que hagan frente a la atomización de la vida política y social: el centro de trabajo, el barrio, los centros de estudio, sindicatos, asambleas, plataformas, coordinadoras, ateneos, etc, en los que debemos de ser capaces de dinamizar la participación de la gente en la resolución de sus problemas.
La propuesta republicana debe ser apoyada por el máximo consenso social y político posible, así como por el mayor respaldo ciudadano. Para ello es importante el modo en el que se diseña y construye el proceso constituyente, que es el que dota de contenido al proyecto, orienta la lucha política y posibilita su consecución. Por eso, en la idea de sumar, el respeto a las identidades y posiciones de los demás es un elemento imprescindible, los marcos de unidad y confluencia no pueden convertirse en nuevas luchas internalizadas con viejos argumentos. Suman los diferentes, la pluralidad.
El objetivo de articular y movilizar a las fuerzas necesarias para el cambio transformador desde el conflicto social se ha de hacer relacionando la lucha política y la lucha económica. Son muchos los actores a los que implicar. Así, sería un error que uno solo de los agentes intentase ocupar el espacio de otros; mermaría capacidades y por tanto el logro del objetivo común: cambiar el sistema para cambiar la sociedad.
El capitalismo ha demostrado tener capacidad de regeneración y de adaptación en función de la defensa de sus interés. En España, el bipartidismo monárquico también está en el proceso de superación de la crisis de hace un año. En este punto anotar solo una cosa: las nuevas opciones políticas que han aparecido en el mapa político y que tienen un amplio apoyo mediático, como las tradicionales del bipartidismo, no cuestionan la monarquía.
El camino hacia el proceso constituyente, según lo expresamos en La Alternativa Republicana del PCE, “debe de constituirse en base a la superación del marco político actual, catalizar y aglutinar las ansias de cambio de la mayoría social, movilizar la suficiente fuerza social y convertirla en fuerza política, articular el conjunto de luchas y reivindicaciones generando un propósito común que permita la unidad de los diferentes sujetos en un programa y objetivos colectivos”.
Hoy, al igual que en los periodos previos a la I y II Republica, vivimos los efectos de una importante crisis del capitalismo financiero trasladada a las clases populares. Estamos inmersos en una crisis política y social sin precedentes en la reciente historia de España. Hay un proceso de fuerte contestación por los problemas derivados de una estructura del estado que no sirve a los intereses de la mayoría social ni de la clase trabajadora. Al igual que en los procesos previos de la I y II República existe una contundente contestación y movilización social, expresión del surgir de nuevos movimientos de carácter amplio con el movimiento obrero. Existe un desfase importante entre los ritmos de las clases dirigentes políticas y las reivindicaciones populares.
Si bien existen rasgos comunes con las situaciones previas a estos dos procesos de transformación históricos, la acción hay que contextualizarla así, la república del siglo XXI debe responder a las características y retos del nuevo capitalismo global. Partimos de una convicción: La necesidad de impulsar un proceso constituyente que nos lleve a la 3ª República y que ésta se ha de configurar en torno a la contradicción social, desde la democracia participativa como nueva configuración de la “geometría del poder”, desde el que pretendemos abrir una nueva fase, el socialismo en el siglo XXI. Porque para nosotros y nosotras los comunistas no es posible cambiar de sociedad sin cambiar el sistema político imperante del bipartidismo monárquico.
Para ello es necesario abrir un proceso hacia el cambio de la correlación de fuerzas existente hoy, con el fin de modificar la geometría del poder. El impulso hacia el proceso constituyente, la construcción de la 3ª República y el camino hacia el socialismo en el siglo XXI, deber ser entendida como la configuración de un nuevo poder, el poder ciudadano frente al poder del dinero y de los medios de comunicación. Cambiar la geometría del poder implica la inclusión en el proceso de los explotados y excluidos del sistema político, impulsando soluciones colectivas a problemas colectivos mediante la participación directa de las personas.
En el proceso de acumulación de fuerzas hay que superar el proceso actual de participación ciudadana como elemento meramente mercantilizado en actos de consumo, incluida la información. Debemos invertir la tendencia en espacios de resistencia que responden a las necesidades concretas de la gente trabajadora, a sus soluciones y que comprenden todos los espacios de la vida. Son innumerables los espacios desde los que recuperar las respuestas colectivas que hagan frente a la atomización de la vida política y social: el centro de trabajo, el barrio, los centros de estudio, sindicatos, asambleas, plataformas, coordinadoras, ateneos, etc, en los que debemos de ser capaces de dinamizar la participación de la gente en la resolución de sus problemas.
La propuesta republicana debe ser apoyada por el máximo consenso social y político posible, así como por el mayor respaldo ciudadano. Para ello es importante el modo en el que se diseña y construye el proceso constituyente, que es el que dota de contenido al proyecto, orienta la lucha política y posibilita su consecución. Por eso, en la idea de sumar, el respeto a las identidades y posiciones de los demás es un elemento imprescindible, los marcos de unidad y confluencia no pueden convertirse en nuevas luchas internalizadas con viejos argumentos. Suman los diferentes, la pluralidad.
El objetivo de articular y movilizar a las fuerzas necesarias para el cambio transformador desde el conflicto social se ha de hacer relacionando la lucha política y la lucha económica. Son muchos los actores a los que implicar. Así, sería un error que uno solo de los agentes intentase ocupar el espacio de otros; mermaría capacidades y por tanto el logro del objetivo común: cambiar el sistema para cambiar la sociedad.
El capitalismo ha demostrado tener capacidad de regeneración y de adaptación en función de la defensa de sus interés. En España, el bipartidismo monárquico también está en el proceso de superación de la crisis de hace un año. En este punto anotar solo una cosa: las nuevas opciones políticas que han aparecido en el mapa político y que tienen un amplio apoyo mediático, como las tradicionales del bipartidismo, no cuestionan la monarquía.
El camino hacia el proceso constituyente, según lo expresamos en La Alternativa Republicana del PCE, “debe de constituirse en base a la superación del marco político actual, catalizar y aglutinar las ansias de cambio de la mayoría social, movilizar la suficiente fuerza social y convertirla en fuerza política, articular el conjunto de luchas y reivindicaciones generando un propósito común que permita la unidad de los diferentes sujetos en un programa y objetivos colectivos”.
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