De mes en mes/ febrero de 2011
Mundo Obrero
El acuerdo sobre la reforma de las pensiones alcanzado entre gobierno, sindicatos y patronal ha suscitado diversas opiniones y también controversias en el ámbito de la izquierda política y social de este país, a la vez que el regocijo de gobierno que utiliza la ingeniería en el lenguaje para venderlo socialmente y la derecha, que aunque de forma demagógica por la cercanía de las elecciones se hacen los remolones, hacen palmas con las orejas, cada uno con su propio interés electoralista. En definitiva todos ganan menos los trabajadores y trabajadoras.
No es una buena noticia el aumento de la edad de jubilación, del periodo de cómputo para la cuantía de la pensión y del número de años cotizados, puesto que obedece a la lógica del plegamiento a los mercados y a los intereses de la banca y de las grandes corporaciones empresariales y financieras en España encuadradas en la FEDEA. El gobierno de Zapatero hizo suyas las recomendaciones de este organismo, al margen de la realidad concreta al respecto y de otros informes científicos que cuestionan esta opinión de la reforma, como los de economistas de izquierdas y ATTAC por ejemplo y las propuestas de la izquierda alternativa, de IU.
No es un buen acuerdo, posiblemente, al que los sindicatos, en el ejercicios de sus funciones y cometidos democráticos han podido llegar, pero debemos de considerar que si ha sido así, la posición del gobierno y las variables del proceso de negociación y la falta de presión en la calle, van ha hacer que sean los trabajadores y trabajadoras y en especial los jóvenes y las mujeres los paguen el plato de la reducción del déficit privado (de la banca) convertido en público, tras la ingente ayuda de los estados a los bancos en los albores de esta grave crisis económica y social.
No es la respuesta que hoy necesita la economía y la sociedad española. Las medidas puestas en marcha por el FMI y la UE son un fracaso en América Latina y ahora también son contestadas en los países árabes. El empobrecimiento de la sociedad y el adelgazamiento del Estado, tan de moda en los dominados países ricos para mantener el estado social, dicen, tiene un fuerte componente ideológico y la reforma de la pensiones es un pilar fundamental de ellas. Una sociedad empobrecida y sin suficientes recursos depende de un estado asistencial y de una clase pudiente que por una mínima acción de caridad se garantizan mano de obra barata y sin derechos, en una sociedad domesticada con muchos miedos.
El acuerdo puede facilitar las situaciones antes descritas, las pensiones serán más baratas, accederán menos personas -tal y como está hoy el acceso al trabajo- y la banca habrá conseguido el logro de impulsar los planes de pensiones privados, tan parados hasta este momento por las escasa eficacia para los que los han contratado, además de tener en cuenta el bajo poder actual de los salarios en la economía y en la calidad de vida de las familias.
Como hemos manifestado anteriormente, los sindicatos en el ámbito de sus funciones y competencias, han tomado una decisión, han llegado a un acuerdo que no satisface las expectativas de trabajadores y de la izquierda más reivindicativa.
Cuando había acuerdo no era matrimonio y ahora con el desacuerdo no debe haber divorcio. Ni los partidos políticos estamos para hacer sindicalismo ni los sindicatos para presentarse a las elecciones. Esto último es algo que algunos hemos criticado en el seno del sindicato en otras épocas y que consecuentemente nos aplicamos en el partido. Dicho lo anterior, la respuesta a la situación actual es la movilización con mayúsculas y de manera amplia, entendida ésta no solo como la asistencia a las manifestaciones de vez en cuando, si no de forma permanente y en todos los aspectos de la vida: en el trabajo, en nuestra vida social, en el sindicato, en el partido, etc. , es decir, convertirnos en agentes movilizadores de conciencias hoy acomodadas y en una situación de posibilismo peligroso para la democracia. En otras palabras cambiar la correlación de fuerzas para luchar contra el neoliberalismo y neofascismo imperante.
En este número de MO, se da cumplida respuesta de las opiniones y de la posición del PCE. Pero desde una critica constructiva y de hermandad, no seremos nosotros los que llamaremos traidores y vende patrias a los sindicatos -con los que coincidimos en la Huelga General de 29 de septiembre y con los que seguimos compartiendo muchas luchas- para debilitar al movimiento sindical como ha intentado hacer la derecha. Al contrario. Podemos decirles y les decimos así no, pero también podemos trabajar para reforzar nuestras posiciones en el movimiento sindical en vez de la posición cómoda de salirnos y dejar a (los nuestros) compañeros y compañeras en cuadros; es en estos momentos cuando más se espera de nosotros y nosotras, cuando la clase trabajadora espera una respuesta política inteligente y de largo alcance.
IU y el PCE deben de dar esa respuesta política en esta coyuntura. La búsqueda fácil del enemigo no nos lleva a ningún sitio, es su caso a retroceder en fuerza e influencia. La respuesta esta en la calle, en los centros de trabajo, contra el enemigo claro y nítido: el capital, la derecha y un gobierno que como en la Odisea de Ulises, éste ha escuchado claro y alto los cantos de sirena de la banca y las grandes empresas. En IU y en PCE hemos puesto en marcha iniciativas contra la reforma laboral, por otro modelo económico y contra la reforma de las pensiones, con una identidad propia, con la intención de converger, de sumar.
Somos la alternativa política, un gobierno de IU gestionaría la crisis de otra forma en la que los trabajadores y la mayoría social no pagaran la factura de una crisis que no han creado ellos. Nuestras propuestas así lo ponen en valor, salgamos a dar esa respuesta política, a explicarlo, porque todos no somos iguales, rompamos el discurso único.
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