domingo, noviembre 10, 2013

Sobre la cuestión de los trangénicos y Mundo Obrero.

En las últimas semanas se ha dado un debate, sobre todo en la red, con la cuestión de la retirada de un artículo en Mundo Obrero sobre los transgénicos. A estos efectos, vaya por delante mi posición política contra este tipo de alimentos, que no es óbice para que desde el punto de vista comunicacional sea partidario de dar voz a todas las opiniones,  siempre desde el respeto y la exposición de las distintas opciones sobre el tema en cuestión, por ello en calidad de director dí el visto bueno para su publicación. 

El artículo en cuestión se ha publicado en varios blog y ha repercutido en algún medio de comunicación. Soy de los que piensan que el debate de ideas en los medios tiene para ellos, egoístamente, una cierta repercusión social. Personalmente me hubiera gustado que ese debate se hubiera dado en nuestro digital. 

Creo que la publicación de estos debates de forma organizada, no contradice las posiciones políticas que nuestro partido adopta,  más cuando nos encontramos inmersos en un proceso de convergencia política y social al que queremos sumar a sectores de la sociedad conscientes y avanzados. 

Como hemos dicho muchas veces, en MO se publica lo que otros medios no publican y esto deber seguir siendo así, a pesar de la cuestión que nos ocupa. Mucho se ha avanzado en la comunicación de las ideas y posiciones del PCE, nuestra web recoge la posición oficial, queda a nuestro diario digital la pluralidad de  opinión y agilidad de la actualidad y nuestra edición impresa la noticia desarrollada y los artículos en profundidad dada su periodicidad mensual, hemos venido trabajando sobre la idea de un MO a caballo entre organo de difusión de las politicas del PCE y un periódico alternativo capaz de dar respuesta a las necesidades informativas de la izquierda que queremos representar.

Con estos criterios, durante estos últimos años se ha ido constituyendo un equipo plural y diverso con el objetivo de potenciar Mundo Obrero, tanto en su versión digital como impresa, todas y todos los colaboradores lo hacen de forma militante (no  perciben ningún emolumento como tampoco el director en situación de desempleo), realizando un esfuerzo a veces titanico (dentro de las cirscuntacias de cada uno y una), especialmente de los camaradas que trabajan para comunicación,  para que cada día y cada número mejore y nos acerquemos a la realidad politica y social en la que queremos intervenir, desde aqui les quiero agradecer el apoyo a MO y al PCE, así como a este humilde director, uno más de ese equipo.

Por todo ello, dicho artículo, la nota sobre el tema de la secretaria de programa y las notas críticas a la misma que nos han hecho llegar, quedan publicadas en este  blog, para que se vea todo en el contexto general. 

 Ecologismo y transgénicos: una propuesta desde la izquierda.

 Juan Segovia. Militante del PCA e IU-Andalucía, miembro del grupo promotor del Área de  Ciencia de IU-

Parece haber una guerra abierta del movimiento ecologista en general y de los partidarios de la “agricultura ecológica” en particular contra una tecnología conocida como ingeniería genética, y más concretamente contra los organismos genéticamente modificados, los famosos transgénicos. Los enemigos de esta tecnología sostienen que dichos organismos son potencialmente peligrosos para el medio ambiente y el consumo humano y que su producción lleva al agricultor a perder control sobre sus productos en favor de multinacionales como Monsanto.

En cambio los defensores de los organismos genéticamente modificados (entre los que me encuentro) sostenemos que no hay estudios que demuestren la supuesta peligrosidad de estos organismos (lo que no quita que pueda haber algún estudio concreto de algún organismo concreto, en situaciones experimentales muy concretas). A esta falta de pruebas sobre la peligrosidad se suman las numerosas pruebas en sentido contrario, como la que apuntan que estos organismos pueden contribuir a mejorar el medio ambiente, ya sea gracias a la capacidad de algunos para resistir a las plagas (lo que conlleva un menor uso de pesticidas), la menor necesidad de agua para su producción en otros casos y un largo etcétera de mejoras que hacen que los cultivos sean más resistentes y productivos. A estas ventajas medioambientales se suman también otras para la salud humana. Un buen ejemplo de ello es el arroz dorado, que de ser producido en grandes cantidades podría evitar más de un millón de casos de ceguera al año por déficit de beta-carotenos en Asia, o el trigo sin gluten que recientemente se ha desarrollado en la Universidad de Córdoba.

En cuanto al tema de la dependencia tecnológica de multinacionales, debemos recordar que la agricultura mundial ya dependía de estas mismas multinacionales antes de que existieran los transgénicos y por lo tanto estos no pueden ser nunca la causa de esta dependencia. No se trata de estar en contra de esta tecnología como forma de oponerse a las multinacionales, de la misma forma que nuestra lucha contra los abusos de Microsoft o Apple no nos llevan a estar en contra de la informática sino a apostar por el software libre y gratuito. De la misma forma, en agricultura deberíamos apostar por algo parecido, un sistema público de desarrollo de esta tecnología que permita al agricultor acceder a la misma libremente, reduciendo o eliminando la actual dependencia con las multinacionales. Un camino que ya han iniciado muchos países, como Cuba, donde el estado financia la investigación sobre semillas transgénicas que posteriormente llegarán a los agricultores a precio de semillas corrientes. Gracias a esta tecnología, Cuba ha comenzado a cultivar un maíz resistente a la principal plaga de la isla, reduciendo su dependencia del maíz de importación y por lo tanto mejorando su soberanía alimentaria.

Sin embargo, el análisis básico de los ecologistas sobre el modelo agrícola actual es sustancialmente correcto: El sistema de explotación capitalista de la agricultura es un modelo insostenible desde el punto de vista medioambiental que está generando numerosos problemas como la erosión y pérdida del suelo, la contaminación de ríos y acuíferos por culpa de los abonos nitrogenados inorgánicos y de pesticidas, pasando por la desecación de esos mismos acuíferos, la generación de residuos sólidos, la deforestación de grandes zonas de selva tropical para obtener tierras de labor, etc. A todo esto debemos sumar que el actual modelo agrícola es socialmente injusto por que dificulta la supervivencia a los pequeños agricultores y favorece que a las multinacionales acaparar cada vez mayor parte del pastel; haciendo que los pueblos sean cada vez más dependientes de estas compañías y convirtiendo la alimentación en un producto para especular en lugar de un Derecho Humano con el criminal resultado de que millones de personas mueran de hambre. no por la falta de producción de alimentos sino a causa de esa especulación que tan vilmente enriquece a unos pocos.

Frente a este modelo, la respuesta ha sido la agricultura mal llamada ecológica u orgánica, cuyos heterodoxos planteamientos pueden ir desde posturas más o menos basadas en propuestas racionales que se apoyan en investigaciones científicas serias hasta en las ideas metafísicos de ciertos grupos, amantes de concepciones esotéricas sobre “lo natural” que defienden la vuelta a un supuesto pasado idílico en el que vivíamos en “armonía con la naturaleza”. Si bien de los planteamientos de estos últimos poco se puede sacar de utilidad, lo cierto es que gracias a los primeros tenemos conceptos tan valiosos como el de lucha integrada contra las plagas, la combinación de cultivos para aumentar la resistencia frente a enfermedades, el compostaje, la protección del suelo mediante setos y/o técnicas de laboreo adecuadas y otras propuestas que suponen una valiosa contribución a un futuro modelo de agricultura sostenible que garantice el derecho de la humanidad a una alimentación sana y de calidad. 

Muchos de los defensores de la tecnología transgénica califican a la agricultura ecológica de anticientífica y a sus partidarios de tecnófobos radicales que rechazan irracionalmente el avance tecnológico. Postura esta última irracional, absurda e insostenible, ya que si bien es cierto que dentro de este movimiento hay mucho new age pasado de peyote; lo cierto es que, como reza el dicho, no todo el monte es orégano y agricultores ecológicos hay de muy diverso pelaje: desde luditas radicales a simples agricultores convencionales que ven una oportunidad de conseguir con la moda de "lo orgánico" mejores mercados y un precio más justo por su producto. No obstante, la mayoría de ellos comparten una preocupación genuina por el medio ambiente y la búsqueda de un modelo agrícola alternativo que sea medioambientalmente sostenible y que garantice la soberanía alimentaria de los pueblos. Algo con lo que desde un planteamiento de izquierdas difícilmente puede estarse en contra.

Desgraciadamente, hoy en día estas técnicas por si solas no pueden competir ni de lejos en producción con las de la agricultura tradicional. El producto ecológico es un producto caro que sólo tiene futuro gracias a un sector de la población que posee dos características muy específicas: un poder adquisitivo suficiente para poder hacer frente al sobreprecio que supone esta forma de explotación y la creencia de que estos productos son mejores para su salud personal o que dicho producto tiene ciertas cualidades organolépticas superiores (el consabido tomate “que sabe a tomate de los de antes”) que le lleva a pagar ese sobreprecio. Así, lo que en principio pretende ser una respuesta contra la agricultura capitalista, acaba siendo integrado en este sistema como (ironías de la vida) un producto de lujo. A esto ha contribuido enormemente el hecho de que para considerar a un producto como “ecológico” no tiene que probar que es ambientalmente sostenible, sino solamente que en su producción no se han utilizado productos químicos de síntesis. Es decir, que unos kiwis producidos en Nueva Zelanda sin productos químicos de síntesis y transportados a Europa por avión obtendrían su sello de orgánicos pese a que la huella ecológica debida a ese transporte por avión sea posiblemente muy superior a la de cualquier producto cultivado en las cercanías del lugar de consumo, sea o no orgánico. De la misma forma, será considerado ecológico un producto abonado con abonos orgánicos, aunque estos sean utilizados excesivamente y contaminen (que también pueden) un cauce de agua próximo.

Debemos entender que la actual agricultura ecológica no es hoy en día una alternativa, sino una parte más del modelo capitalista de explotación agrario, que con el marketing de la defensa de "lo natural" tiene como público objetivo a las clases más pudientes de dicho sistema. Plantear una batalla agricultura ecológica contra convencional carece de sentido pues ambas se encuentran integradas en el modelo de mercado capitalista, cada una dirigida a grupos de consumidores diferentes, uno más generalizado y el otro más especializado y pudiente. Frente a esto debemos plantearnos un modelo de producción agraria diferente que sea realmente sostenible para el planeta, que permita garantizar la soberanía alimentaria de los pueblos y una buena calidad de vida al agricultor, y que al mismo tiempo proporcione alimentos de calidad a un coste asequible para cualquier persona. Un modelo así requiere tener en cuenta una gran cantidad de factores, desde los sociales y económicos relacionadas con los medios de producción y la propiedad de la tierra hasta los relacionados con los métodos de producción, como las técnicas de cultivo para emplear o la selección de plantas adecuadas. En este modelo sostenible los transgénicos son una herramienta agrícola más que contribuyen con semillas más resistentes tanto a enfermedades y plagas como a sequías o heladas. Desde esta perspectiva basada en el concepto de producción integrada sostenible, la soberanía alimentaria de los pueblos y la consideración del derecho a comer como un derecho humano fundamental que debe ser garantizado por los poderes públicos mundiales, los cultivos transgénicos son perfectamente compatibles con los planteamientos ecologistas, pudiendo convertirse en una tecnología extremadamente valiosa en la consecución de esos objetivos.


Apuesta del PCE por la soberanía alimentaria: la cuestión es la planificación de la producción-distribución-consumo

Secretaría Programática PCE / 29 oct 13 

Desde el Partido Comunista de España se ha venido apostando por la Soberanía Alimentaria, tal como recogen sus aportaciones programáticas a la Conferencia Política del PCE que se celebró en 2012.

Y en esa línea analizábamos, desde la Secretaría Federal de Programa, que el modelo alimentario actual no resuelve la falta de acceso a alimentos en cantidad y calidad suficiente, sino que por el contrario lo agrava. En este momento, en el que convergen no solo crisis económica, sino también ambiental y alimentaria, es imprescindible y más urgente que nunca reclamar la planificación democrática de la economía y nuevas formas de participación obrera en relación a los medios de producción, teniendo en cuenta la disponibilidad de recursos y haciendo un cambio significativo que pase por desplazar el punto de partida de la producción desde las políticas de oferta y planear la organización social y económica desde la perspectiva de las políticas de demanda, que contemplen la satisfacción de necesidades de las sociedades que habitan los territorios y planifiquen la economía en función de esas necesidades y en función de los recursos materiales y territoriales disponibles.

De esta forma, abordar la cuestión de la crisis alimentaria desde perspectivas socialistas pasa inevitablemente por abordar e incorporar la cuestión de la soberanía alimentaria.

Por otra parte, señalar que en la esfera de la producción de alimentos, el capitalismo ha generado fuertes desigualdades sociales y territoriales y ha producido fuertes focos de contaminación en el planeta. Desde que la revolución verde llegara en los años 50 para extender el uso de agroquímicos en la agricultura mundial, se ha producido un fenómeno global no sólo de uso de sustancias químicas (con un elevado impacto sobre la salud y el planeta), en forma de fertilizantes y pesticidas en los cultivos, sino también un fenómeno de concentración de la tierra y la generalización del uso intensivo del territorio en grandes superficies de monocultivo, lo que ha producido una pérdida de diversidad de especies vegetales comestibles autóctonas y pérdidas de diversidad local, así como una merma
de los bancos de semillas por el uso de monocultivo a través del uso de transgénicos y agrocombustibles, lo que ha provocado una pérdida considerable del poder las comunidades campesinas sobre lo qué comen y como lo producen, alejándose de aquello que defendemos: la soberanía alimentaria.

Todo ello se agrava con la división internacional del trabajo y el diseño del capitalismo global, que ha generado una política de acumulación de territorio a través de conflictos armados y desplazamiento de comunidades campesinas y ha construido un modelo de producción de alimentos en países de la periferia en los que se dan focos de exclusión y pobreza, para producir pocas variedades de cultivos, muy especialmente cultivos transgénicos, que se consumirán preferiblemente en los países enriquecidos, en muchos casos para alimentar al ganado o fabricar agro combustibles.

Frente a todo esto, la soberanía alimentaria apuesta por la agroecología como forma de producción y consumo.

La agroecología se basa en la agricultura que no usa fertilizantes y pesticidas artificiales, es decir, agrotóxicos. Apuesta por un gestión sustentable de la producción agrícola incluyendo la perspectiva de justicia social y trabajo digno y por lo tanto promueve un modelo económico que apuesta por un desarrollo endógeno sobre la base de la gestión de la demanda y la reorganización de la propiedad de la tierra. Es una forma de producir alimentos que se adapta a la realidad territorial y recursos locales y que contribuye al desarrollo de un nuevo modelo productivo, para lo que recupera el valor del trabajo en el sector primario
Es imprescindible que las cuestiones que derivan de la soberanía alimentaria vertebren líneas de acción política dentro de nuestro discurso, todo ello insertado en un esquema de planificación democrática de la economía.

En esta línea encontramos que organismos como la ONU, muy poco sospechosos de izquierdistas, respaldan la agricultura campesina y la agroecología. Así lo constata el resultado de una exhaustiva consulta internacional impulsada por el Banco Mundial en partenariado con la FAO, el PNUD, la UNESCO, representantes de gobiernos, instituciones privadas, científicas, sociales, etc., diseñado como un modelo de consultoría híbrida, que involucró a más de 400 científicos y expertos en alimentación y desarrollo rural durante cuatro años.

Es interesante observar cómo, a pesar de que el informe tenía detrás a estas instituciones, concluía que la producción agroecológica proveía de ingresos alimentarios y monetarios a los más pobres, a la vez que generaba excedentes para el mercado, siendo mejor garante de la seguridad alimentaria que la producción transgénica. El informe del IAASTD (Evaluación Internacional de las Ciencias y Tecnologías Agrícolas para el Desarrollo), publicado a principios de 2009, apostaba por la producción local, campesina y familiar y por la redistribución de las tierras a manos de las comunidades rurales. El informe, por razones obvias, fue rechazado por el agronegocio y archivado por el Banco Mundial.

Más recientemente, en septiembre de este año, encontramos nuevo informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) que afirma que la agricultura en países ricos y pobres por igual debería alejarse de los monocultivos para impulsar una mayor variedad de cultivos, reducir el uso de fertilizantes y otros insumos, apoyar más a los agricultores en pequeña escala y a enfocar más localmente la producción y el consumo de alimentos. afirma que los métodos industriales de monocultivo no están situando los suficientes alimentos costeables donde son necesarios, mientras crece y se torna insostenible el daño ambiental provocado por este enfoque ("Wake up before it is too late. Make agriculture truly sustainable now for food security in a changing climate")

Y en este modelo agroalimentario que defienden grandes multinacionales tienen un papel central los transgénicos , que lleva a un modelo agrícola de altos insumos, altamente dependiente de decisiones externas, y que quita autonomía al agricultor, lo cual resulta totalmente incompatible con el modelo agroecológico que defendemos. La producción agrícola con transgénicos, además de no garantizar un verdadero mayor rendimiento, provoca el deterioro y pérdida de la biodiversidad agrícola, y favorece la privatización y control de las semillas. La experiencia internacional, donde la tecnología de los transgénicos no ha solucionado el hambre ni la pobreza, sino que ha servido para agravar los problemas existentes, desplazando la agricultura familiar.

Por aclarar las posiciones, desde el PCE jamás se ha renunciado a la ciencia y los avances que conlleva, entendemos siempre que la ciencia, como todo, no es neutral y que depende de la clase dominante, que decide en qué y cómo se investiga. Aún así, reconocemos que, en el caso que nos ocupa, el uso de la tecnología recombinante en microorganismos confinados en reactores ha permitido la elaboración de gran cantidad de medicamentos con un claro beneficio social.

Dicho esto, no podemos aceptar el cultivo de especies transgénicas en ambientes no confinados (aire libre). En primer lugar, los transgénicos comercializados hasta ahora no suponen un beneficio social o ambiental. Más bien al contrario. La inmensa mayoría son transgénicos que presentan una o dos de las siguientes características: resistencia al glifosfato y/o producción de la toxina BT contra artrópodos. En el primer caso, ha fomentado el abuso del herbicida, con la consiguiente contaminación de suelos. Ya empieza a haber plantas resistentes al herbicida debido a la alta presión selectiva que produce.

Igualmente pasa con la toxina BT. Utilizada como tratamiento ocasional es inocua para animales no artrópodos, controlándose las plagas de forma efectiva y sin contaminación. El hecho de que una planta transgénica esté produciendo la toxina BT durante todo el tiempo genera tal presión selectiva que a la larga es más que probable la generación insectos resistentes, lo que invalidará el uso de esta toxina en el futuro.

Asimismo, la OMS advierte en su informe 20 preguntas sobre los alimentos genéticamente modificados : "no es posible hacer afirmaciones generales sobre la inocuidad de todos los alimentos GM".

El uso de transgénicos, al estar bajo la patente y comercialización de multinacionales, supone dejar un recurso tan vital como los alimentos en manos de unos pocos. Por tanto genera un oligopolio ajeno al control de los pequeños productores y de los consumidores/ciudadanos en general.

Por otra parte, el cultivo de transgénicos en una zona dificulta la producción de cultivos ecológicos en su proximidad, por la dispersión e hibridación del polen.

La ciencia y la investigación responden en demasiados casos, lamentablemente, a intereses económicos muy determinados. De hecho es muy difícil encontrar informes científicos independientes que avalen la inocuidad de los transgénicos, siendo la mayoría de carácter confidencial y financiados por las grandes corporaciones transnacionales. Hace unos meses se presentaba triunfante una variedad de arroz que podía servir como "vacuna" frente al rotavirus, causante de alrededor de 450.000 de muertes de niños menores de 5 años anualmente. Este efecto "vacuna" sólo se mantenía mientras se ingiriera de manera regular el arroz (lo que, entre otras cosas, dejaba fuera de las personas potencialmente beneficiarias a las menores de 6 meses). La noticia podría parecer muy interesante, pero si analizamos un poco más allá el propio artículo de la empresa que lo desarrollaba, podemos leer que es un virus relativamente fácil de curar, para el que existe vacuna y para combatir los síntomas es fundamental la rehidratación. ¿Cuál es el problema entonces? la falta de acceso a vacunas y agua en calidad y cantidad suficiente. La respuesta capitalista no es otra que proponer miles de dólares en estudios para venderles a las comunidades empobrecidas un arroz más caro, liquidando de paso los mercados locales. Y ni rastro de inversión en que el agua sea un derecho humano, ni en garantizar planes de vacunación suficientes.

Desde el PCE, y junto a otros partidos de la izquierda europea y mundial, así como agentes sociales, entendemos que hay motivos suficientes para pedir la moratoria en el cultivo en espacios no confinados de estos cultivos, en virtud del principio de precaución que recoge la Unión Europea. Y abordar la necesidad de reflexionar sobre un modelo agroalimentario con vocación social y ambiental que responda a las necesidades de la sociedad y no a los intereses de unos cuantos.


Análisis crítico de la nota de prensa de la Secretaría Programática del PCE con respecto a Soberanía Alimentaria y Transgénicos.

El pasado 29 de octubre, en la web del PCE se publicaba un comunicado titulado "Apuesta del PCE por la soberanía alimentaria: la cuestión es la planificación de la producción-distribución-consumo" (1), una especie de respuesta a la supresión, o censura, del artículo de opinión "Ecologismo y transgénicos: una propuesta desde la izquierda" del camarada Juan Segovia, militante del PCA y de IU, que inicialmente había sido publicado en la edición digital del Mundo Obrero (al ser eliminado colgué el artículo en mi blog (2)).

Quisiera puntualizar que no mantengo ningún tipo de relación económica con el sector de la biotecnología aplicada a la agricultura, no estoy a sueldo de ninguna multinacional de la "agroindustria": mi único sustento es la prestación por desempleo. Aún así, por motivos personales y académicos me interesa el mundo de la divulgación científica, hecho por el cual he indagado, a nivel amateur, sobre los distintos aspectos de los cultivos transgénicos. 

En base a estos humildes conocimientos suscribo totalmente el análisis del camarada Juan Segovia, y con el fin de no exponer en este escrito mi opinión acerca del tema, me permito la licencia de enlazar los tres artículos que he escrito en mi blog, donde exploré las implicaciones tecnológicas, económicas, sociales, sanitarias y medioambientales de los cultivos transgénicos:

Transgénicos. Parte 1: Agricultura y Tecnología (3)
Transgénicos. Parte 2: Aspectos Socioeconómicos (4)
Transgénicos. Parte 3: Efectos sobre la Salud y el Medio Ambiente (5)

En cursiva roja escribiré las partes del comunicado del PCE que más me han llamado la atención, para a continuación hacer los comentarios pertinentes.

“Desde que la revolución verde llegara en los años 50 para extender el uso de agroquímicos en la agricultura mundial, se ha producido un fenómeno global no sólo de uso de sustancias químicas (con un elevado impacto sobre la salud y el planeta), en forma de fertilizantes y pesticidas en los cultivos, sino también un fenómeno de concentración de la tierra y la generalización del uso intensivo del territorio en grandes superficies de monocultivo, lo que ha producido una pérdida de diversidad de especies vegetales comestibles autóctonas y pérdidas de diversidad local, así como una merma de los bancos de semillas por el uso de monocultivo a través del uso de transgénicos y agrocombustibles, lo que ha provocado una pérdida considerable del poder las comunidades campesinas sobre lo qué comen y como lo producen, alejándose de aquello que defendemos: la soberanía alimentaria.”

La Revolución Verde que tanto denostan en este párrafo dio de comer a millones de personas en todo el mundo, evitando que murieran de inanición. Según la FAO, la Revolución Verde puso al alcance de millones de pequeños agricultores, inicialmente en Asia y América Latina, pero más tarde también en África, variedades semienanas de trigo y arroz de alto rendimiento, obtenidas con métodos convencionales de mejoramiento (6). Es importante recalcarlo dado el carácter humanista de nuestro Partido. Esta revolución agrícola no hizo aumentar la población en una especie de círculo vicioso, como sostienen quienes coquetean con las frívolas tesis maltusianas. La población aumenta o disminuye dependiendo de la riqueza y el grado de desarrollo de un país, de las políticas de planificación familiar, del nivel educativo de la población en general, etc… y no de la disponibilidad de alimentos.

De nuevo, como en la mayoría de los alegatos antitransgénicos, se vuelve a relacionar la pérdida de especies agrícolas y de biodiversidad natural con la implantación de los transgénicos. La desaparición de variedades agrícolas se debe a una cuestión económica, propia del modo de producción y distribución de productos agrícolas que existe en la actualidad. ¿Acaso la causante de la pérdida de decenas de variedades de papas que había en Tenerife es la tecnología transgénica inexistente en la isla?

Con respecto a la pérdida de biodiversidad de especies salvajes debo recordar que ningún tipo de agricultura es natural ni ecológica, es el resultado de destruir un entorno natural para satisfacer las necesidades alimentarias de los seres humanos. El bosque que había donde ahora se planta agricultura ecológica sí era biodiversidad. La agricultura más ecológica es la que no existe, o por lo menos la que procura destruir la menor cantidad de ecosistema natural.

Hablar de agrocombustibles y transgénicos como sujetos con voluntad que impiden la soberanía alimentaria me recuerda a los obreros luditas del siglo XIX que destruían las máquinas en lugar de a los capitalistas. La biotecnología agrícola es una herramienta, y como cualquier tecnología no es buena ni mala en sí: dependiendo de en qué manos esté (de las multinacionales o del sector público) puede servir para profundizar en desigualdades e injusticias o para mejorar la calidad de vida de las personas.

“Todo ello se agrava con la división internacional del trabajo y el diseño del capitalismo global, que ha generado una política de acumulación de territorio a través de conflictos armados y desplazamiento de comunidades campesinas y ha construido un modelo de producción de alimentos en países de la periferia en los que se dan focos de exclusión y pobreza, para producir pocas variedades de cultivos, muy especialmente cultivos transgénicos, que se consumirán preferiblemente en los países enriquecidos, en muchos casos para alimentar al ganado o fabricar agro combustibles.”

En este comunicado se obvia el papel cada vez más protagonista que tienen los países pobres en el desarrollo de la biotecnología agrícola como solución a sus problemas de soberanía alimentaria. Países como Cuba, China, India, Brasil, Etiopía, a través de potentes organismos públicos, están investigando y comercializando variedades transgénicas que intentarán ayudar a paliar la escasez de alimentos causada por plagas, sequías, acidificación del suelo, etc. (7).
“Frente a todo esto, la soberanía alimentaria apuesta por la agroecología como forma de producción y consumo. La agroecología se basa en la agricultura que no usa fertilizantes y pesticidas artificiales, es decir, agrotóxicos.”

Hay muchas imprecisiones en este párrafo. Se usa el término agrotóxico como si significara algo. En Educación Secundaria los profesores de química suelen explicar que algunas sustancias, naturales o artificiales, pueden ser tóxicas si se consumen por encima de una determinada cantidad. El agua es tóxica si te bebes 100 litros, la valeriana es tóxica si te tomas cientos de pastillas, la cicuta no es tóxica si sólo tomas un miligramo, etc. La palabra agrotóxico sirve para dos cosas, para meter miedo a la población, y para saber a qué grupo de presión pertenece la persona que la utiliza.

Para colmo se afirma que los fertilizantes y pesticidas artificiales son agrotóxicos. Esto atenta contra el sentido común, es muy desafortunado. Los fertilizantes y pesticidas artificiales, usados según dicen sus prospectos, NO son tóxicos (obviamente si te bebes un litro de pesticida es probable que mueras, pero lo mismo pasaría con la lejía o el compost casero para la huerta).

La agroecología es una práctica que se propone mejorar la sostenibilidad de los agroecosistemas imitando a la naturaleza, según dice el Informe del Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Sr. Olivier De Schutter, de 2010 (8). Sin embargo, en ningún lugar del texto el Relator afirma que "la agroecología no usa fertilizantes y pesticidas artificiales". Obviamente anima a la reducción de estos productos sustituyéndolos por procesos naturales. Pero no recomienda su desaparición total, eso sería asomarnos al abismo de una crisis alimentaria sin precedentes en nuestra historia. Sobra decir que el informe de la ONU no sostiene que los fertilizantes y pesticidas sintéticos sean "agrotóxicos". Decir que la agricultura no debe usar este tipo de productos da a entender que desconocen el efecto que tuvo sobre la humanidad la puesta en práctica del proceso de Haber, mediante el cual el nitrógeno atmosférico es captado para fabricar abonos (¡artificiales!) nitrogenados. En África, la ausencia de industria de fertilizantes sintéticos condena a muerte a millones de personas, tengamos un poco de cuidado con lo que pedimos…

Pero el informe de la ONU es revelador en un aspecto, tan importante que lo transcribo literalmente: "La selección genética de los cultivos y la agroecología son complementarios. Por ejemplo, mediante la selección genética se obtienen nuevas variedades de plantas con ciclos más cortos de crecimiento, lo que permite a los agricultores seguir cultivando en regiones donde ya se ha reducido la temporada de cosecha. La selección genética también puede mejorar el nivel de resistencia a la sequía de las variedades de plantas, lo que constituye un activo para los países en los que la falta de agua es un factor limitante. Por consiguiente, la reinversión en la investigación agrícola debe entrañar una labor constante en el ámbito de la selección genética."

Es decir, biotecnología (transgénicos) y agroecología son complementarias en la búsqueda del objetivo de una agricultura sostenible.

“En esta línea encontramos que organismos como la ONU, muy poco sospechosos de izquierdistas, respaldan la agricultura campesina y la agroecología.”

La ONU y la FAO apuestan por el desarrollo de una agricultura sostenible. En líneas generales se trata de aquella que preserva  recursos tan frágiles como el suelo y el agua, reduce al mínimo la destrucción de los ecosistemas naturales, asegura la producción de alimentos, el bienestar de los agricultores y la viabilidad de las empresas agrícolas, todo ello a largo plazo y de manera predecible. (9).

La agricultura sostenible no reniega de la biotecnología agrícola. Si los cultivos transgénicos, o la agroecología, u otras formas de agricultura permiten en una región en un momento determinado alcanzar los objetivos de la agricultura sostenible, bienvenidas sean.

“Y en este modelo agroalimentario que defienden grandes multinacionales tienen un papel central los  transgénicos, que lleva a un modelo agrícola de altos insumos, altamente dependiente de decisiones externas, y que quita autonomía al agricultor, lo cual resulta totalmente incompatible con el modelo agroecológico que defendemos. La producción agrícola con transgénicos, además de no garantizar un verdadero mayor rendimiento, provoca el deterioro y pérdida de la biodiversidad agrícola, y favorece la privatización y control de las semillas. La experiencia internacional, donde la tecnología de los transgénicos no ha solucionado el hambre ni la pobreza, sino que ha servido para agravar los problemas existentes, desplazando la agricultura familiar.”

Esta no debería ser la manera de hacer política del Partido Comunista, repetir acríticamente, sin evidencias científicas, una serie de tópicos hasta que los lectores se queden catatónicos. Se vuelve a relacionar una tecnología (los transgénicos) como indisoluble de una forma de propiedad (las multinacionales). Hay vida más allá de Monsanto, así lo evidencia la investigación pública en biotecnología agrícola de los países emergentes.

La razón de ser de los transgénicos, de la tecnología que modifica sus genes, es la de dotarle de propiedades que mejoren los rendimientos de las cosechas, aumentando la producción y disminuyendo los insumos. Las variedades BT no necesitan el uso de pesticidas, las variedades HT no necesitan del uso de herbicidas agresivos con el medio ambiente. Es precisamente la reducción de insumos la que hace que los cultivos transgénicos estén creciendo en el mundo (10).

Lo de la biodiversidad agrícola y natural ya lo comenté más arriba. En cuanto a la privatización y control de las semillas, no sé cómo encajan los detractores de la biotecnología agrícola noticias como la distribución de semillas transgénicas del gobierno cubano a sus agricultores (11), o del vencimiento de la patente en 2014 del maíz BT de Monsanto (12).

“Dicho esto, no podemos aceptar el cultivo de especies transgénicas en ambientes no confinados (aire libre). En primer lugar, los transgénicos comercializados hasta ahora no suponen un beneficio social o ambiental. Más bien al contrario. La inmensa mayoría son transgénicos que presentan una o dos de las siguientes características: resistencia al glifosato y/o producción de la toxina BT contra artrópodos. En el primer caso, ha fomentado el abuso del herbicida, con la consiguiente contaminación de suelos. Ya empieza a haber plantas resistentes al herbicida debido a la alta presión selectiva que produce.

Igualmente pasa con la toxina BT. Utilizada como tratamiento ocasional es inocua para animales no artrópodos, controlándose las plagas de forma efectiva y sin contaminación. El hecho de que una planta transgénica esté produciendo la toxina BT durante todo el tiempo genera tal presión selectiva que a la larga es más que probable la generación insectos resistentes, lo que invalidará el uso de esta toxina en el futuro.”

Los agricultores que libremente deciden no cultivar transgénicos están protegidos de los que (libremente también) deciden cultivarlos. El European Coexistence Bureau (ECoB), dependiente de la Comisión Europea, tiene establecidas las medidas a seguir para evitar que la mezcla de cultivos supere el 0,9% de genoma transgénico, a partir del cual se considera transgénico. La principal es cumplir con una distancia mínima de confinamiento entre cultivos transgénicos y convencionales. En el caso del maíz Bt se recomienda una distancia de seguridad de entre 150 y 50 metros para no superar un 0,9% de mezcla. La distancia aumenta hasta unos 100-500 metros si queremos que el porcentaje disminuya a menos de un 0,1%, límite por debajo del cual un producto se considera libre de transgénicos (13). También existen medidas para evitar la polinización cruzada como pueden ser la existencia de un perímetro de cultivo no transgénico, obviamente el uso de invernaderos, otras barreras físicas en el perímetro (muros, árboles, etc.) o la plantación de cultivos transgénicos con diferente época de floración para evitar la polinización cruzada.

Gracias al uso del glifosato, un herbicida de amplio espectro inocuo para la fauna de los agroecosistemas y el ser humano, se ha evitado el uso de otros herbicidas más tóxicos. Antes no se usaba porque mataba a la mayoría de las plantas de cultivo, pero el desarrollo de las variedades HT resistentes al mismo lo han hecho muy popular. A pesar de las leyendas urbanas que circulan en torno a la toxicidad del glifosato, resulta que está clasificado en la Categoría de Menor Riesgo Toxicológico (Clase IV), es decir, productos que normalmente no ofrecen peligro según el criterio adoptado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la FAO (14).

La resistencia de malas hierbas a los herbicidas utilizados no es un fenómeno exclusivo de los transgénicos. Nadie está descubriendo la pólvora, la resistencia a determinadas condiciones ambientales forma parte de la evolución de las especies por selección natural. Una buena manera de evitar la formación de plagas o malas hierbas superresistentes es la rotación de cultivos, la utilización de diferentes herbicidas al cabo de un tiempo. Así no se deja que las plagas acaben acostumbrándose y generen resistencia. Aunque siempre quedará, como en el caso de los antibióticos, la posibilidad de generar nuevos cultivos resistentes a nuevos herbicidas, o que segreguen otras toxinas diferentes a las actuales para acabar con las plagas. Las empresas de biotecnología agrícola disponen de un buen banquillo de genes y variedades de cultivo dispuestos a dar la batalla cuando sea necesario.

“Asimismo, la OMS advierte en su informe 20 preguntas sobre los alimentos genéticamente modificados: no es posible hacer afirmaciones generales sobre la inocuidad de todos los alimentos GM"

Esta es una frase bastante alarmante, que voluntaria o involuntariamente generaría miedo entre la población. ¡Claro que no se pueden hacer afirmaciones generales porque cada variedad transgénica se evalúa por separado! Lo que nadie puede negar, ni siquiera los camaradas promotores del comunicado, es que los alimentos transgénicos que finalmente salen al mercado han pasado por procesos de evaluación que garantizan su inocuidad sobre la salud humana y el medio ambiente, de tal modo que nunca se ha registrado ningún caso de intoxicación por consumo de transgénicos (cosa que sí ha pasado por consumir productos de agricultura ecológica, hablo de muertes (15).

“De hecho es muy difícil encontrar informes científicos independientes  que avalen la inocuidad de los transgénicos, siendo la mayoría de carácter confidencial y financiados por las grandes corporaciones transnacionales.”

Me preocupa esa afirmación. Hasta ahora creía que la comercialización en la UE de productos transgénicos se permitía cuando la Autoridad  Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA) (16) consultaba a miembros de toda la comunidad científica sobre la inocuidad de dichos productos. Supongo que ignorar la actuación de vigilancia de la mayor institución sobre seguridad alimentaria (no existe otra similar a nivel mundial) es fruto de un casual desconocimiento,  no de una ocultación de una verdad incómoda para los intereses de los grupos de presión antitransgénicos.

“Hay motivos suficientes para pedir la moratoria en el cultivo en espacios no confinados de estos cultivos, en virtud del principio de precaución que recoge la Unión Europea.”

En la comunidad científica se usa el principio de precaución cuando puede haber remotas evidencias de que algo puede llegar a ser peligroso. Lo que propone en este comunicado es el principio de las percepciones subjetivas y poco científicas. No responde a las necesidades reales de los agricultores ni se basa en las conclusiones de las principales instituciones científicas internacionales, sino más bien acaba estando sin quererlo al servicio de los productores de agricultura ecológica, a los cuales les viene muy bien la histeria para aumentar sus ventas entre las clases medias-altas de un país del primer mundo. Porque el miedo vende, y mucho.

Concluyo sugiriendo que los acertados análisis que el PCE realiza sobre la cuestión agraria y ecológica debería complementarse con las aportaciones de la comunidad agrícola y científica, en lugar de asumir acríticamente los postulados (a veces dogmas) de los grupos antitransgénicos, que al contrario de lo que parece, poseen numerosos intereses personales, económicos, de lucro, en todo este asunto. Y no porque estén a sueldo de Monsanto precisamente.

Desde el PCE debemos enarbolar la bandera de la agricultura sostenible como la única manera de satisfacer las necesidades alimenticias de la población, reducir el impacto sobre los ecosistemas naturales y mejorar la calidad de vida de la población agricultora. Y en esta lucha cualquier aliado es bienvenido, llámese agroecología o transgénicos, no olvidemos que en 2050 seremos 10.000 millones de seres humanos.
Antonio Chamorro Segovia.
Militante del PCE e IU, miembro del Área de Ciencia de IUC-Tenerife.
TWITTER: @ChamoAntonio

Notas





















Movilización, la respuesta. Transformación, el objetivo

De mes en mes/ octubre 2013
Mundo Obrero

En el breve espacio de dos días hemos conocido los parámetros en los que el gobierno de Rajoy plantea los presupuestos para el año 2014 y los datos del paro del mes de septiembre, todo ello de camino hacia la imprenta de este periódico. Estos temas los trataremos en profundidad en el número de noviembre.

El gobierno del Partido Popular ha elaborado unos presupuestos que son generadores de paro y que acentúan el sufrimiento de los sectores populares y de los que viven de su trabajo. Un ejemplo entre muchos, las exenciones fiscales aumentan a las empresas y caen para los particulares.

Los presupuestos vuelven a incidir en los gastos para conseguir el objetivo del déficit marcado por Bruselas, déficit desbocado, ya que según los datos que conocemos de los seis primeros meses de este año, no acabará en el 6,2%, como era la previsión del gobierno, sino que lo superará. Son los presupuestos en los que la deuda se sitúa en 100% del PIB, con unos intereses de más de 36.500 millones de euros. Son los presupuestos del aumento de la deuda pública mediante la asunción de la privada de los bancos y del sector privado, en los que no hay partida de devolución de lo prestado a la banca, y sí se conoce que se da por perdida una parte de lo que se entregó para “ayudar” a las entidades en crisis.

Estos presupuestos dan un nuevo hachazo al sector público y a los servicios públicos, mediante el deterioro de los mismos y de la administración pública a través de la congelación salarial de sus trabajadores; el recorte en la tasa de reposición de efectivos por los que sólo uno de cada diez jubilados será sustituido, así como los recortes en los ministerios que afectan a partidas importantes como son la inversión pública que cae a niveles de los años ochenta.

En definitiva, son unos presupuestos generadores de paro, que atacan a los servicios públicos y abundan en los aspectos económicos de antes de la crisis como son el ladrillo y el turismo de baja de calidad, además de complacientes con la troika.

Los datos del paro vienen a corroborar lo que planteamos sobre los presupuestos y es que, por más que se agarren a un clavo ardiendo para argumentar que estamos saliendo de la recesión, lo que estamos es en estancamiento inestable, en palabras de José Antonio García Rubio. La cifra de parados, según el SEF, es de 4.724.355 personas desempleadas, que por más que la campaña de marketing del PP y de sus acólitos digan lo contrario, no ven que nada se mueva a su favor. Otra cosa es en las grandes macro cifras, las de los beneficios de los de siempre.

Los datos del paro nos dejan algunos aspectos a reseñar. Por un lado está el aumento del desempleo en los jóvenes y entre los que terminan sus estudios en busca de su primer trabajo. Por otro, los efectos de la reforma laboral, se cambian contratos a tiempo completo por tiempo parcial, por lo que el puesto que antes ocupaba un trabajador ahora hay dos; de los casi 1.400.000 contratos realizados en septiembre solo un 7,60% lo fueron indefinidos; en cuanto a los temporales más de 1.200.000 lo fueron a tiempo parcial.

La evolución de las relaciones laborales se sitúa en un aumento constante de la precariedad que afecta a la vez a los salarios y al nivel adquisitivo de la clase trabajadora. Todo esto es un concepto ideológico neoliberal que con la excusa de la crisis nos están imponiendo al conjunto de la sociedad.

La respuesta a este escenario es la movilización y el objetivo de la misma es la trasformación del actual estado de las cosas. Frente a ello es necesario abordar una reflexión colectiva, del conjunto de las organizaciones políticas y sociales que estamos contra esta situación y esta espiral de paro, pobreza, precariedad, recortes y represión, y esa es, la necesidad de una movilización contundente y sostenida en el tiempo que frene la refundación conservadora e inicie el proceso de cambio del sistema político actual.

Como el Secretario General del PCE planteó en el discurso de la fiesta, “Esa movilización sólo es posible desde la construcción de un bloque social alternativo, capaz de conseguir estos cambios, una democratización del poder político y social, una nueva economía, y una nueva sociedad justa e igualitaria, una Res-pública de mujeres y hombres libres del mal social de la explotación y del dominio. Construir un bloque social y político para la ruptura social y Democrática”.

Centella trazó en su discurso la excepcionalidad del momento y por tanto del discurso del PCE, pero no sólo del discurso. También nuestra acción debe serlo, por lo que los comunistas hacemos un llamamiento a la movilización social, a la búsqueda de la múltiples facetas de la conflictividad social siempre intentando aglutinar a la mayoría social y elevando su nivel de conciencia. Por lo que, frente a las agresiones, desde el Partido hacemos una convocatoria a la rebelión democrática, hacemos un llamamiento a la mayoría social trabajadora para que defienda su derecho a una democracia social, económica y política que haga al pueblo depositario de la soberanía plena.

Y todo ello sobre la base programática de la denuncia de la deuda odiosa y el rechazo a la exigencia de controlar el déficit. Rechazamos el pago de la deuda odiosa como el instrumento de dominio sobre las economías nacionales y romper con la losa de la deuda, la realización de una auditoria y obligar al sector financiero español a cargar con sus propios errores. El PCE se sumará a todas las campañas que contra el pago de esta deuda odiosa se realicen.

Pero, además, el gobierno y los que ostentan el poder económico deben sentir la rabia y la furia de la mayoría social de una forma organizada, hay que trabajar para una gran movilización que les haga sentir que estamos hartos de sus políticas, que no aguantamos más. Hay que coordinarnos en el calendario que se va estableciendo por el conjunto de organizaciones y hacerlo el calendario de todos. Hay que trabajar por la unidad de los movimientos, dentro de las diferencias, para crear una gran fuerza social capaz de mover los cimientos del bipartidismo monárquico y del neoliberalismo miserable e iniciar un proceso constituyente participativo e imparable.

En definitiva, construir el Bloque Social Alternativo mayoritario, porque para la trasformación del sistema necesitamos el sujeto social capaz de hacerlo y mantenerlo.

Ante el XIX Congreso del PCE: Un partido organizado para la acción.

Ante el XIX Congreso del PCEUn Partido organizado para la acción La definición de la política de alianzas es un elemento crucial en esta coyuntura, clara y concreta en torno a un programa, a unas propuestas que se identifiquen con los problemas y las soluciones que la sociedad espera.



En el anterior número abrimos las páginas de Mundo Obrero a los aspectos del XIX Congreso del PCE, con un artículo de nuestro Secretario General, José Luis Centella, y un resumen de una parte de los documentos aprobados en el Comité Federal. Este espacio continuará en los próximos números de MO con la participación de camaradas que han ejercido máxima responsabilidad en el partido, desde la perspectiva de abordar el Congreso con una suma de opiniones y de perspectivas.

El proceso, y en concreto la fase previa a la elaboración de los textos, se planteó como un momento de encuentro con colectivos y personas del ámbito de la izquierda alternativa y transformadora con los que participamos en jornadas y debates amplios que nos han servido para enriquecer nuestros documentos. A la vez, es objetivo de nuestro Congreso el posicionarnos políticamente ante la crisis e ideológicamente hacia el socialismo del siglo XXI.

Vivimos tiempos en los que se desmorona nuestro entorno tal y como lo conocíamos, en los que la realidad supera en mucho a nuestros peores sueños, muchos de nosotros y nosotras no esperábamos ver unos cambios tan profundos, unos retrocesos tan impresionantes en los ya exiguos derechos y libertades de las que gozábamos.

El contexto en el que celebramos el XIX Congreso, es de un brutal avance del capitalismo y del imperialismo, de las posiciones más retrogradas contra la mayoría social y la clase trabajadora. Estamos en una guerra de clases en la que sectores enteros están negándola y pactando una paz, que no será tal, con los enemigos. Estamos en una batalla cruenta por el poder, no sólo en nuestro país sino en el mundo entero, y por desgracias la vamos perdiendo.

Mientras lo anterior es así, avanzan posiciones de resistencia y protesta por parte de sectores sociales avanzados y que frente al retroceso de las viejas estructuras, se reivindican otras nuevas desde la participación y hacia un modelo de sociedad que no dé la espalda a sus iguales, donde se reclama la elaboración de una nueva propuesta de sociedad y de sus instituciones, así como otra forma de hacer política.

Para situarnos en el contexto actual, debemos construir un Partido para la acción, organizado -en ello se le supone la fortaleza-, a la vez que ágil a la hora de elaborar las respuestas a los retos que nos marcan las nuevas realidades y constante en la lucha contra los que ejercen el poder contra el pueblo, contra un capitalismo de rostro amable y de podrido corazón. Un partido de cuadros y activistas formados e informados donde potenciemos las estructuras internas de información y comunicación, así como de formación.

El camino que nos trazamos en el XIX Congreso es el de la construcción de socialismo del Siglo XXI, ardua y titánica tarea en la que el cambio de la correlación de fuerzas es una cuestión vital. Antes habrá que ir tejiendo realidades alternativas al sistema, construir convergencia social y política, realizar, sin perder los principios, un mestizaje para avanzar en el objetivo de cambiar el sistema político en España, que desde el cambio del gobierno actual construyamos otro modelo de democracia y de sociedad.

Todo ello es posible y lo tenemos teorizado. Hay que darle un impulso -pues la situación lo requiere y la clase trabajadora nos lo demanda-, encontrando el ritmo en el marco de una estrategia de avance, a la vez que recuperar y poner en práctica estrategias de liderazgo social. Un Partido abierto a la penetración de ideas y propuestas que desde el marxismo revolucionario pueda poner en pie una alternativa a la derecha cerril y a los poderes económicos que manejan los hilos del poder.

Un proceso en el que acertemos a situarnos y sin posiciones identitarias que nos dividan y paralicen en un debate que hoy no comprendería nuestra base social, ni que estemos a la sombra de IU que nos ralentice en la tarea de la construcción de un partido fuerte y organizado, con una política en la que se identifiquen los y las comunistas para trasladarla a la mayoría social trabajadora. La definición de la política de alianzas es un elemento crucial en esta coyuntura, clara y concreta en torno a un programa, a unas propuestas que se identifiquen con los problemas y las soluciones que la sociedad espera de un proyecto político alternativo.

El XIX Congreso del PCE, es un momento importante no sólo para nosotros y nosotras comunistas, sino para la clase trabajadora y la mayoría social que espera que acertemos, que interpretemos de forma acertada sus inquietudes y percibamos sus preocupaciones, a la vez que demos con las propuestas para las soluciones a sus problemas.